
Martins, Igor. “The Pressure to Quantify Research Is Erasing Conceptual Depth.” LSE Impact of Social Sciences (blog), junio 11, 2025 https://blogs.lse.ac.uk/impactofsocialsciences/2025/06/11/the-pressure-to-quantify-research-is-erasing-conceptual-depth/
Igor Martins advierte que la presión por traducir ideas complejas en indicadores concretos —como citaciones, rankings o índices— conduce a una investigación superficial, donde lo medible desplaza lo significativo
Tanto investigadores como instituciones están cada vez más obligados a presentar resultados que encajen en indicadores numéricos —citaciones, rankings de revistas, índices de desarrollo—, lo que no solo limita qué se investiga, sino también cómo se construye el conocimiento.
Este fenómeno refleja la falacia de McNamara: priorizar lo cuantificable y desechar lo que no puede medirse. Como se explica en la “Ética de la cuantificación”, esta forma de pensar puede generar una confianza excesiva en los números y hacer que problemas complejos de tipo político o social se traten como si fueran únicamente cuestiones técnicas, simplificando en exceso su naturaleza y dificultando soluciones adecuadas.
Para las metodologías cualitativas, la presión por métricas transforma conceptos en marcos rígidos que favorecen eficiencia y comparabilidad a costa de profundidad. Según un estudio en BMC (2025), «estos marcos… promueven eficiencia y comparabilidad, pero arriesgan perder lo valioso de una buena investigación cualitativa: la profundidad» Además, convertir datos cualitativos en parámetros fácilmente cuantificables (p. ej., inter-rater reliability) puede distorsionar la riqueza del análisis.
Martins relata su experiencia durante un posdoctorado en la Universidad de Lund, donde trabajó en una teoría sobre el cierre de brechas económicas. Para ello debió operacionalizar conceptos abstractos como “capacidades sociales”, traduciendo nociones de inclusión, autonomía o estabilidad en métricas concretas. Sin embargo, relata que las exigencias de claridad y objetividad reducían la riqueza teórica original. Él mismo admite: “en aquel momento… la demanda de una métrica había empezado a desplazar el trabajo conceptual en sí”
El artículo profundiza en los riesgos de aplicar criterios cuantitativos uniformes a disciplinas muy diversas. Citando a Jonathan Adams, Martins advierte: “producir métricas comparables entre filósofos, historiadores o economistas borra las diferencias que dan valor a esa diversidad intelectual” . Cuando los proxies –las métricas– se institucionalizan, se corre el riesgo de confundir el mapa con el territorio, perdiendo de vista el fenómeno original .
No obstante, Martins reconoce que la medición tiene beneficios prácticos: facilita la comparación, replicación y comunicación de resultados, especialmente en economía del desarrollo y bienestar, donde indicadores como el PIB o la calidad institucional guían políticas. El problema no es medir, sino que la métrica se convierta en el fin, sustituyendo el pensamiento profundo. Advierte que “la ambigüedad no siempre es un problema; a veces, es lo que hace que un concepto valga la pena”
Por lo que llama a un uso cuidadoso de las métricas: que sean herramientas para clarificar y ampliar el pensamiento, no reemplazos del mismo. Propone mantener vigilante el equilibrio entre la cuantificación y la riqueza conceptual, reconociendo que cierta vaguedad es necesaria para capturar fenómenos complejos.



