
“Uno de los efectos de vivir con información electrónica es que vivimos habitualmente en un estado de sobrecarga de información. Siempre hay más de lo que puedes soportar.”
-Marshall McLuhan en The Best of Ideas en CBC Radio en 1967

“Uno de los efectos de vivir con información electrónica es que vivimos habitualmente en un estado de sobrecarga de información. Siempre hay más de lo que puedes soportar.”
-Marshall McLuhan en The Best of Ideas en CBC Radio en 1967

“Sí, henos aquí en un mundo superinformado que informa de todo menos de lo fundamental. Henos aquí en un tiempo en que nunca sabremos si los hombres aman, esperan, trabajan y construyen, pero en el que se nos contará con todo detalle el día que un hombre muerda a un perro. Presiento que aquí está una de las claves de la amargura del hombre contemporáneo: sólo vemos el mal, sólo parece triunfar la estupidez.”
J.L. Martín Descalzo “Razones para vivir”

Horrigan, J. B. (2016). [e-Book] Information Overload. Washington D. C, Pew Research, 2016
A las personas les gusta mantenerse informados, pero el 20% de los estadounidenses dicen sentirse sobrepasados por la cantidad de información que reciben. Las tensiones ocurren cuando las personas reciben más información de la que pueden asimilar. La encuesta muestra que la mayoría de los estadounidenses se sienten cómodos con sus habilidades para hacer frente a los flujos de información que reciben en su vida cotidiana. Por otra parte, aquellos que poseen más dispositivos son también los que se sienten más cómodos con estos grandes flujos de datos y medios de comunicación en sus vidas. Aquellos que tienen más probabilidades de sentir sobrecarga de información tienen menos tecnología y son más pobres, de más edad y menos instruidos.
El término «sobrecarga de información» se utiliza desde los años 70 para referirse al crecimiento de la producción de información y a las consecuencias potencialmente negativas que produce en las personas cuando intentan lidiar con flujos aparentemente constantes de mensajes e imágenes. La llegada de Internet puso aún más en entredicho la cuestión,pero está siendo con el inicio de la conectividad ubicua cuando se está convirtiendo en algo aún más acuciante.
El concepto Síndrome de Fatiga Informativa (IFS) o Technostress, aparece formulado por primera vez en un informe de la agencia Reuters titulado Dying for information? elaborado por el psicólogo Davis Lewis en octubre de 1996 tras estudiar a 1.300 directivos de Reino Unido, USA y Hong Kong. Aunque muchos años antes el neurólogo ruso Levon Badalian ya advertía sobre el daño que el exceso de información provocaba en el desarrollo neurológico y cerebral de los niños, siendo el causante de muchos de los trastornos del aprendizaje. En España Alfons Cornellá a principios en 1999 utilizaba el término intoxicación para referirse a la contaminación informativa por exceso de información siendo este exceso más perjudicial que provechoso. El síndrome se da en personas que tienden a manejar grandes cantidades de información procedente de libros, revistas, periódicos, correos electrónicos, móviles y sobre todo redes sociales. Los síntomas más destacados del mismo son: estrés, ansiedad, confusión, superficialidad y falta de atención, además de daños en las relaciones personales.
La encuesta del Pew Research Center se llevó recoge la opinión de 1.520 estadounidenses mayores de 18 años en abril de 2016 sobre cómo gestionan las demandas de información en sus vidas y cuáles son sus sensaciones en relación al volumen de información que encuentran en su día a día. En general, los estadounidenses valoran que puedan acceder a mucha información. La gran mayoría no considera que la sobrecarga de información sea un problema para ellos. Un 20% dicen que se sienten agobiados ante tanta información, -curiosamente esta cifra es menos que hace una década que la cifra era del 27%-, mientras que el 77% dicen que les gusta disponer de tanta información en sus manos. Además, el 67% afirma que tener más información a su disposición realmente ayuda a simplificar sus vidas.
Respecto a la siguiente frase «Tengo confianza en mi capacidad para usar Internet y otros dispositivos de comunicación para estar al día con las demandas de información en mi vida.» fue suscrita por el 81% de los encuestados. El 80% también dijo que la mayoría de las veces es fácil para ellos determinar qué información es confiable. – esto a pesar de que hace poco apareció un estudio que aseguraba que un 82% de los estudiantes son incapaces de distinguir entre un contenido patrocinado y una noticia verdadera en una página web -. Y un 79% se identifica mucho con la frase «Tener mucha información me hace sentir que tengo más control sobre las cosas en mi vida».
En cuanto a las características demográficas, aquellos con menos vías de acceso a Internet son más dados a expresar sus preocupaciones sobre la sobrecarga de información y a informar de las dificultades que tienen para encontrar la información que necesitan. Aquellos que tienen más posibilidades de acceso dicen que tienen más tiempo y capacidad para gestionar la información que necesitan. Sólo una cuarta parte de este grupo (24%) dijo que a veces tenía dificultades para encontrar información. Por el contrario, la mitad (49%) de los que tienen menos posibilidades de acceso afirmaron tener dificultades para encontrar la información que necesitaban.
Estos hallazgos sugieren que la sobrecarga de información puede no ser la forma correcta de enmarcar las ansiedades sobre el volumen de información en la vida de las personas. Por el contrario, la sobrecarga de información es más situacional: situaciones específicas pueden surgir, como cuando las instituciones y organizaciones imponen altas tasas demandas de información a las personas para las transacciones, lo que crea una sensación de carga de información.
Ver además
¿Qué es y cómo se manifiesta la dependencia tecnológica? Planeta Biblioteca 2015/02/11
Redes sociales y Síndrome de Fatiga Informativa

HBORNMANN, L. y MUTZ, R., Growth rates of modern science: A bibliometric analysis based on the number of publications and cited references, Journal of the Association for Information Science and Technology
Volume 66, Issue 11, pages 2215–2222, November 2015
Muchos estudios han analizado el desarrollo de la ciencia. En este estudio, examina la cuestión del desarrollo de la ciencia. Para ello (i) utiliza los datos actuales hasta el año 2012 y (ii) analiza el crecimiento en todas las disciplinas y también por separado respecto a las Ciencias Naturales y Ciencias Médicas y de salud. Por otra parte, los datos se analizan con una avanzada técnica estadística – análisis de regresión segmentada – que puede identificar segmentos específicos con tasas de crecimiento similares en la historia de la ciencia. El estudio se basa en dos conjuntos diferentes de datos bibliométricos: (1) El número de publicaciones realizadas con registros de Web of Science (WoS, Thomson Reuters) por año de publicación y (2) el número de referencias citadas en las publicaciones de los registros de origen por año de referencias citadas. Revisando la velocidad a la que ha crecido la ciencia desde mediados de la década de 1600. En el análisis de las referencias citadas se identificaron tres fases de crecimiento en el desarrollo de la ciencia, en cada una de ellas las tasas de crecimiento se han triplicado en comparación con la fase anterior: desde menos del 1% hasta mediados del siglo 18, a entre un 2 y un 3% hasta el período entre las dos guerras mundiales y de un 8 a 9% desde la Segunda Guerra Mundial hasta el 2012.
En función de estos datos se puede afirmar que la producción científica mundial se duplica cada nueve años. Los investigadores de hoy en día están publicando demasiado y demasiado rápido. ¿Pero qué tan rápido es la masa de la producción científica creciendo realmente?. Los analistas bibliométricos Lutz Bornmann, de la Sociedad Max Planck en Munich, Alemania y Ruediger Mutz, del Instituto Federal Suizo de Tecnología de Zurich, consideran que es imposible saber la respuesta a ciencia cierta, pero que la tasa real de crecimiento está entre de un 8-9% cada año, lo que equivale a una duplicación de la producción científica mundial cada nueve años, y que probablemente se ha mantenido a este ritmo vertiginoso de crecimiento desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Ortega y Gasset, J. La misión del bibliotecario : Edición conmemorativa del 50 aniversario luctuoso del autor y de la celebración del Día Nacional del Bibliotecario. Prólogo de Jesús Sánchez Lambás. México, D. F: Consejo nacional para la Cultura y las Artes, 2005
Considerado como uno de los más grandes, universales e influyentes ensayistas españoles del siglo XX, José Ortega y Gasset (1883-1955), dejó una obra extraordinaria en los campos de la literatura y la filosofía. En la «Misión del bibliotecario» (1935), un texto clave de su pensamiento, sitúa lúcidamente la misión personal y profesional del bibliotecario y nos ofrece un recorrido histórico y crítico sobre los orígenes y el desarrollo del libro, las bibliotecas y la vocación profesional bibliotecaria, para al final plantear las tareas que a partir del siglo XX corresponderán al bibliotecario a fin de servir mucho mejor a quienes buscan orientación y servicio por medio de los libros y la biblioteca que es una de las instituciones fundamentales que el hombre ha creado para preservar y difundir la cultura.
EXTRACTOS
“Originariamente —ello no ofrece duda— eso que hoy constituye una profesión u oficio fue inspiración genial y creadora de un hombre que sintió la radical necesidad de dedicar su vida a una ocupación hasta entonces desconocida, que inventó un nuevo quehacer, Y esta necesidad, como todo lo que es propiamente humano, no consiste en una magnitud fija, sino que es por esencia variable, migratoria, evolutiva —en suma, histórica. … Todos vosotros conocéis mejor que yo el pasado de vuestra profesión. Si ahora lo oteáis, observaréis cuán claramente se manifiesta en él que el quehacer del bibliotecario ha variado siempre en rigurosa función de lo que el libro significaba como necesidad social.”
«La necesidad social del libro consiste en esta época en la necesidad de que haya libros, porque hay pocos. A este módulo de la necesidad responde la figura de aquellos geniales bibliotecarios renacentistas, que son grandes cazadores de libros, astutos y tenaces. La catalogación no es aún urgente. La adquisición, la producción de libros, en cambio, cobra rasgos de heroísmo. Estamos en el siglo xv. No parece debido a un puro azar que precisamente en esta época en que se siente, tan vivamente, la necesidad de que haya más libros, la imprenta nazca. Con un esfuerzo de deportiva agilidad brinquemos tres siglos y detengámonos en 1800. ¿Qué ha pasado entretanto con los libros? Se han publicado muchos; la imprenta se ha hecho más barata. Ya no se siente que hay pocos libros; son tantos los que hay, que se siente la necesidad de catalogarlos. «
«Este paso decisivo en la evolución de vuestra carrera comienza a darse unos decenios más tarde, en torno a 1850…. aproximadamente hace cien años, la profesión de bibliotecario quedó oficialmente constituida. La peripecia más importante —pensaréis seguro conmigo— que a una profesión puede acontecer es pasar de ocupación espontáneamente fomentada por la sociedad a convertirse en burocracia del Estado. «
«Mas dejemos esto y vamos a lo que ahora nos ofrece mayor interés. Llegamos al punto final —y anuncio que es final para reconfortar vuestro cansancio de oyentes— , al punto final que nos exige el más alerta esfuerzo de atención, porque el tema del libro y del bibliotecario hasta aquí tan manso, casi idílico, va a transmutarse de pronto en un drama. Pues bien, ese drama va a constituir, a mi juicio, la más auténtica misión del bibliotecario. Hasta ahora habíamos topado sólo lo que esta misión ha sido, las figuras de su pretérito. Mas ahora va a surgir ante nosotros el perfil de una nueva tarea incomparablemente más alta, más grave, más esencial. Cabría decir que hasta ahora vuestra profesión ha vivido sólo las horas de juego y preludio —Tanz und Vorspiel. Ahora viene lo serio, porque el drama empieza.»
«Una idea clara sobre un problema es como un aparato maravilloso que convierte su angustiosa dificultad en holgada y ágil facilidad. Pero la idea es fugaz; un instante alumbra en nosotros el claror, como mágico, de su evidencia, mas a poco se extingue. Es preciso que la memoria se esfuerce en conservarla. Pero la memoria no es capaz siquiera de conservar todas nuestras propias ideas e importa mucho que podamos conservar las de otros hombres. Importa tanto, que es ello lo que más caracteriza nuestra humana condición. El tigre de hoy tiene que ser tigre como si no hubiera habido antes ningún tigre; no aprovecha las experiencias milenarias que han hecho sus semejantes en el fondo sonoro de las selvas. Todo tigre es un primer tigre; tiene que empezar desde el principio su profesión de tigre. Pero el hombre de hoy no empieza a ser hombre, sino que hereda ya las formas de existencia, las ideas, las experiencias vitales de sus antecesores, y parte, pues, del nivel que representa el pretérito humano acumulado bajo sus plantas. Ante un problema cualquiera, el hombre no se encuentra sólo con su personal reacción, con lo que buenamente a él se le ocurre, sino con todas o muchas de las reacciones, ideas, invenciones que los antepasados tuvieron. Por eso su vida está hecha con la acumulación de otras vidas; por eso su vida es sustancialmente progreso; no discutamos ahora si progreso hacia lo mejor, hacia lo peor o hacia nada. De aquí que fuera tan importante añadir al instrumento que es la idea un instrumento que facilitase la dificultad de conservar todas las ideas. Este instrumento es el libro.»
«En toda Europa existe la impresión de que hay demasiados libros, al revés que en el Renacimiento. ¡El libro ha dejado de ser una ilusión y es sentido como una carga! El mismo hombre de ciencia advierte que una de las grandes dificultades de su trabajo está en orientarse en la bibliografía de su tema. No olvidéis que siempre, cuando un instrumento creado por el hombre se revuelve contra él, la sociedad, a su vez, se revuelve contra aquella creación, duda de su eficacia, siente antipatía hacia ella y le exige que cumpla su primitiva misión de pura facilidad. Hay aquí, pues, un drama: el libro es imprescindible en estas alturas de la historia, pero el libro está en peligro porque se ha vuelto un peligro para el hombre…. Pues bien, he aquí dónde veo yo surgir la nueva misión del bibliotecario, incomparablemente superior a todas las anteriores. Hasta ahora se ha ocupado principalmente del libro como cosa, como objeto material. Desde hoy tendrá que atender al libro como función viviente: habrá de ejercer la policía sobre el libro y hacerse domador del libro enfurecido…. La economía del esfuerzo mental lo exige con urgencia. Hay, pues, que crear una nueva técnica bibliográfica de un automatismo riguroso. En ella conquistará su última potencia lo que vuestro oficio inició siglos hace bajo la figura de catalogación.»
«Mas no sólo hay ya demasiados libros, sino que constantemente se producen en abundancia torrencial. Muchos de ellos son inútiles o estúpidos, constituyendo su presencia y conservación un lastre más para la humanidad, que va de sobra encorvada bajo sus otras cargas…. Me parece que ha llegado la hora de organizar colectivamente la producción del libro. Es para el libro mismo, como modo humano, cuestión de vida o muerte. «
«Por otra parte, tendrá el bibliotecario del porvenir que dirigir al lector no especializado por la selva selvaggia de los libros y ser el médico, el higienista de sus lecturas. … En suma, señores, que a mi juicio la misión del bibliotecario habrá de ser, no como hasta aquí, la simple administración de la cosa libro, sino el ajuste, la mise au point de la función vital que es el libro.»
Destaca la parte dedicada al El Libro como Conflicto:
1° Hay ya demasiados libros. Aun reduciendo sobremanera el número de temas a que cada hombre dedica su atención, la cantidad de libros que necesita injerir es tan enorme que rebasa los límites de su tiempo y de su capacidad de asimilación…
2° Mas no sólo hay ya demasiados libros, sino que constantemente se producen en abundancia torrencial. Muchos de ellos son inútiles o estúpidos,,,
3° Por otra parte, tendrá el bibliotecario del porvenir que dirigir al lectorno especializado por la selva selvaggia de los libros y ser el médico, el higienista de sus lecturas
En suma, señores, que a mi juicio la misión del bibliotecario habrá de ser no como hasta aquí, la simple administración de la cosa libro, sino el ajuste, la mise au point de la función vital que es el libro.
Realmente después de casi un siglo, están presentes valores esenciales que a veces consideramos como nuevos tales como la intermediación y la formación en información