Kahle, Brewster. «Digital Books Wear out Faster than Physical Books». Internet Archive Blogs (blog), 15 de noviembre de 2022.
Ver noticia
¿Ha intentado alguna vez leer un libro físico transmitido en tu familia desde hace 100 años? Probablemente haya funcionado bien. ¿Has intentado leer un libro electrónico que pagaste hace 10 años? Probablemente sea una experiencia diferente. Desde el modelo de negocio de arrendamiento de las megaeditoriales hasta la evolución de los dispositivos físicos y la obsolescencia de los formatos, los libros digitales son frágiles y están amenazados.
Los que nos ocupamos de las bibliotecas de libros digitalizados y nacidos en el mundo digital sabemos que necesitan un mantenimiento constante -reprocesamiento, reformateo, revigorización- o no serán legibles ni se podrán leer. Afortunadamente, esto es lo que hacen las bibliotecas (si no las demandan para que dejen de hacerlo). Las editoriales tratan de introducir nuevas ideas en la esfera pública. Las bibliotecas las adquieren y las mantienen vivas para las generaciones venideras.
Y, para servir a los usuarios con discapacidades de lectura, tenemos que mantenernos al día con las herramientas que utilizan.
Las megaeditoriales dicen que los libros electrónicos no se desgastan, pero esto no es en absoluto cierto. El Internet Archive vprocesa y vuelve a procesar los libros que ha digitalizado a medida que aparecen nuevas tecnologías de reconocimiento óptico de caracteres, cuando las nuevas tecnologías de comprensión de textos abren nuevos análisis, cuando los formatos cambian de djvu a daisy a epub1 a epub2 a epub3 a pdf-a y así sucesivamente. Para ello se necesitan miles de meses de ordenador y años de programaciónr. Esto es lo que las bibliotecas han contratado: sus funciones de custodia a largo plazo.
Además, los soportes digitales en los que residen también cambian: de la cinta digital lineal a los discos duros PATA, a los discos duros SATA y a los SSD. Si no los cuidamos activamente nuestros libros digitales, se vuelven ilegibles muy rápidamente.
Luego está la catalogación y los metadatos. Si no nos mantenemos al día con las expectativas siempre cambiantes de los estudiantes digitales, nuestros libros no se encontrarán. Esto es continuo y costoso.
Nuestros libros en papel han durado cientos de años en nuestras estanterías y siguen siendo legibles. Sin un mantenimiento activo, tendremos suerte si nuestros libros digitales duran una década.
Además, el uso que hacemos de los libros y las publicaciones periódicas, en las décadas posteriores a su publicación, cambia con respecto a su propósito original. Estamos viendo cómo los investigadores utilizan los libros y las publicaciones periódicas en investigaciones de aprendizaje automático para encontrar tendencias que nunca fueron fáciles en un mundo individual, o en los silos de las bases de datos de las editoriales. Preparar estos libros para este tipo de análisis lleva mucho tiempo y ahora está amenazado por las demandas de los editores.
Si queremos tener acceso a nuestro patrimonio digital en el futuro, debemos realizar algunos cambios estructurales: cambios en los comportamientos de las instituciones y los editores, así como en la financiación, las leyes y el cumplimiento de las normas.
El primer paso es reconocer que la preservación y el acceso a nuestro patrimonio digital es una gran tarea que merece la pena realizar. A continuación, hay que encontrar la manera de que las instituciones -educativas, gubernamentales, sin ánimo de lucro y filantrópicas- hagan de la preservación parte de su responsabilidad diaria.