Archivo de la etiqueta: Lecctura

No se puede leer un libro por completo sin estar solo

«No se puede leer un libro por completo sin estar solo. Pero a través de esta soledad, te involucras íntimamente con personas que de otra manera nunca habrías conocido, ya sea porque llevan siglos muertas o porque hablaban idiomas que no entiendes. Y, sin embargo, se han convertido en tus amigos más cercanos, tus consejeros más sabios, los magos que te hipnotizan, los amantes con los que siempre has soñado».


Antonio Muñoz Molina

En un momento de tedio, en un día de desdicha, ¿qué hacemos sino refugiarnos en un libro?

En un momento de tedio, en un día de desdicha, ¿qué hacemos sino refugiarnos en un libro? «No conozco», decía el señor de Montaigne, «ninguna desventura que no desaparezca cuando se tiene entre las manos, frente a los ojos, un buen libro».

Cuando estamos así, acompañados por un buen libro, nos parece que el tiempo no existe, que esa actividad, sentarse a leer, nos viene de siempre. Nos parece que es tan familiar y conocida como si hubiera nacido con el mundo o con el big-bang.

En cierto modo es verdad. El libro es inmortal. Cierto que a veces lo han llevado a la hoguera pero jamás nadie olvidará cuáles fueron los sacrificados, por qué y a causa de qué y de quiénes. A nosotras también nos llevaron a la hoguera allá hace cinco o seis siglos, pero Juana de Arco aparte, ¿quién se acuerda de los nombres de las que se asaron en la plaza pública?

El libro es inmortal. Empezó a nacer, en un parto difícil, lento, inesperado, hace como seis mil años entre el Eufrates y el Tigris que lo cobijaban como dos fértiles piernas acostumbradas a que de entre ellas nacieran los artificios de la humanidad: ziggurats, jardines colgantes, medicina, guerra, arte, ajedrez, palacios y así por el estilo.

Nació en la arcilla, la arcilla de donde surgen asimismo muchas otras cosas como cántaros, tejas, estatuillas danzantes y máscaras y ofrendas. Nació humilde, sin pretensiones, dejando constancia de las riquezas de alguien: carneros y bolsas de harina y quintales de grano y extensiones de tierra. Y cuando la arcilla se endurecia al sol o al horno, las listas eran, se creía, para siempre.

Cierto que los lectores eran pocos. De hecho, uno solo: el mismo escriba que lo había redactado y que era uno de los pocos entre el Eufrates y el Tigris, que sabían leer.

Un hombre poderoso, el escriba: esclavo pero poderoso porque sabía lo que decían esas marcas en la arcilla. Se acercaba con unción a eso que entonces era un libro y frente a él disponía de la memoria que hacía constar las riquezas de su señor. El señor era más burro que arado marca Triunfo y de leer, nada de nada. Sólo sabia enrularse los pelos y las barbas, agarrar una lanza y un escudo y posar confiando en que su imagen llegara a la posteridad y salir a guerrear. Bastante limitado su panorama de vida, confesemos.

Pero las cosas no quedaron ahí nomás, entre otras razones porque en este mundo nunca las cosas quedan ahí nomás, por suerte.»

A La Tarde, Cuando Llueve – Angélica Gorodischer

Libros que no son libros

Yo escribo libros, ya sé que en las librerías de hoy se venden muchos libros que no son libros, que los abres y no hay nada escrito en ellos aunque los veas manchados de letras en todas las páginas, una cantidad enorme de frases que no dicen nada. Leer es otra cosa: es una experiencia única, una expedición al fondo de uno mismo, abrirse al mundo y al otro. Eso es la literatura, algo magnífico que te hace ver cosas nuevas que desconocías. Eso se erige frente a la falsa literatura, donde entran todos los llamados fenómenos, ciertos bestsellers, todos esos libros que no se atreven a cruzar el Misisipi, adentrarse en lo profundo.

Peter Handke 

Cabinas de teléfonos convertidas en Pequeñas Bibliotecas Libres

31665135236_967464607e_o_d

Cabinas convertidas en Pequeñas Bibliotecas Libres en la Plaza del Oeste de Salamanca

Con la llegada de los dispositivos móviles, que según datos de Accenture en nuestro país la tasa de penetración de estos dispositivos es del 87 %, con una media de 2,9 aparatos por persona, las cabinas de teléfono instaladas en las calles perdieron toda su utilidad. Una buena idea para las viejas cabinas de teléfono es el de creación de Pequeñas Bibliotecas Libres tal como vemos en la imagen del Barrio del Oeste de Salamanca. 

La misión del movimiento Little Free Library  es promover la alfabetización y el amor por la lectura mediante la construcción de pequeñas bibliotecas ciudadanas para el intercambio de libros gratis en todo el mundo. Se trata de ampliar el sentido de comunidad entre vecinos en torno a esta forma única de compartir. Desde 2010, más de 28.000 bibliotecas gratuitas Little Free Library se han instalado en 80 países en todo el mundo, y especialmente en EE.UU. La iniciativa consiste en que te puedes llevar un libro gratis y a cambio también puedes dejar un libro para que otros lectores se lo lleven, también puedes leer el libro llevándotelo libremente y volver a dejarlo para que otro lector lo lea.

El fundador de este movimiento fue Todd Bol, el hijo de un ex maestro de escuela, quien construyó la primera pequeña biblioteca libremente gratuita en Wisconsin en 2009 en honor a su madre, y para promover la alfabetización en su comunidad. Sólo seis años después, Little Free Library es una próspera organización sin fines de lucro. Su red de bibliotecas ha crecido a en más de 28.000 pequeñas bibliotecas repartidas desde Islandia a Filipinas  (ver mapa).

En un principio los nombres que se dieron a la propuesta fueron “Hábitat para las Humanidades”, “Casa de los Cuentos”, pero posteriormente dieron paso a lo que más y más personas llaman “Pequeñas Bibliotecas Libres”. Los primeros usuarios de estas se convirtieron en mediadores clave para el impulso de esta iniciativa a través de amigos y simpatizantes. Su papel como “mayordomos” fue fundamental para el éxito creciente del movimiento.

Para construir estas pequeñas bibliotecas libres se utilizan pequeñas casas de árbol construidas con material reciclado por los propios vecinos a modo de buzones o en la parte trasera de bicicletas construidas y decoradas artesanalmente (Ver galerías en Flickr y Pinterest). El movimiento se centra en el entusiasmo y compromiso de los “mayordomos”, llamados a si a los vecinos que impulsan el movimiento y que a menudo ayudan a otros vecinos en esta misión de construir otras pequeñas bibliotecas en su barrio. Cuando el movimiento se puso en marcha se pudo acceder a pequeñas subvenciones, asociaciones y alianzas informales que comenzaron a tener un impacto en la capacidad de las Little Free Library para mantenerse al día con la demanda.