…Y la tomé como un libro; la abro en dos y contemplé maravillado su contenido, sus líneas tan perfectas, tan lisas, tan incitantes a querer leerla, tenerla, olerla. lo hice; inhalé y exhalé tantas veces como deseé para grabarme por siempre su aroma a libro lívido el cual vibraba y eyaculaba letras. Al no poder más me introduje en su narración tantas veces como me fue posible, inundándole con mi poesía lírica… La deshojé, la devore todo en una noche.
Al terminar de leerla, en su último párrafo, en su punto final, le agregue dos puntos más convirtiéndola en suspensivos seguidos de mi firma, pues sabía que desde ese momento, se desarraigar la saga de un amor interminable…
Gustavo Hernández