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Filosofías bibliotecarias personales: descubrir el sentido de lo que hacemos

Fuhr, Justin. Personal Librarian Philosophies: Discovering Meaning in What We Do. portal: Libraries and the Academy, Vol. 23, No. 2 (2023), pp. 249–255

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Este artículo resume y explora las filosofías personales de los bibliotecarios. Al igual que las filosofías docentes, ampliamente conocidas, las filosofías bibliotecarias son declaraciones que reflejan las normas y creencias de un individuo sobre su vocación.

Estas afirmaciones pueden utilizarse para incorporar significado, identidad y dirección a la práctica profesional. Como forma de autorreflexión, las filosofías personales permiten a los bibliotecarios profundizar en sus valores profesionales y dar sentido a su trabajo. Existe poca bibliografía sobre las filosofías personales de los bibliotecarios; este artículo describe el concepto y cómo un bibliotecario puede desarrollar una filosofía de este tipo.

Siempre me ha dado pena la gente que no lee

Siempre me ha dado pena la gente que no lee, y no ya porque sean más incultos, que sin duda lo son; o porque estén más indefensos y sean menos libres, que también, sino, sobre todo, porque viven muchísimo menos. La gran tragedia de los seres humanos es haber venido al mundo llenos de ansias de vivir y estar condenados a una existencia efímera. Las vidas son siempre mucho más pequeñas que nuestros sueños; incluso la vida del hombre o la mujer más grandes es infinitamente más estrecha que sus deseos. La vida nos aprieta en las axilas, como un traje mal hecho. Por eso necesitamos leer, e ir al teatro o al cine. Necesitamos vivirnos a lo ancho en otras existencias, para compensar la finitud. Y no hay vida virtual más poderosa ni más hipnotizante que la que nos ofrece la literatura.

Rosa MONTERO. El amor de mi vida. Madrid: Alfaguara, 2011, p. 13-14.

Libros que no son libros

Yo escribo libros, ya sé que en las librerías de hoy se venden muchos libros que no son libros, que los abres y no hay nada escrito en ellos aunque los veas manchados de letras en todas las páginas, una cantidad enorme de frases que no dicen nada. Leer es otra cosa: es una experiencia única, una expedición al fondo de uno mismo, abrirse al mundo y al otro. Eso es la literatura, algo magnífico que te hace ver cosas nuevas que desconocías. Eso se erige frente a la falsa literatura, donde entran todos los llamados fenómenos, ciertos bestsellers, todos esos libros que no se atreven a cruzar el Misisipi, adentrarse en lo profundo.

Peter Handke 

… Y la tomé como un libro

… Y la tomé como un libro; la abro en dos y contemplé maravillado su contenido, sus líneas tan perfectas, tan lisas, tan incitantes a querer leerla, tenerla, olerla. lo hice; inhalé y exhalé tantas veces como deseé para grabarme por siempre su aroma a libro libido, el cual vibraba y eyaculara letras. Al no poder más me introduje en su narración tantas veces como me fue posible, inundándola con mi poesía lírica… La deshojé, la devoré todo en una noche.

Al terminar de leerla, en su último párrafo, en su punto final, le agregue dos puntos más convirtiéndola en suspensivos seguidos de mi firma, pues sabía que, desde ese momento, se desarraigar la saga de un amor interminable…

Gustavo Hernández

La tarea de preservación y conservación digital de los bibliotecarios y archiveros del siglo XXI

A medida que entramos en la era electrónica de objetos digitales, es importante saber que hay nuevos bárbaros en la frontera y que estamos entrando en una época donde mucho de lo que sabemos hoy, mucho de lo que está codificado y escrito electrónicamente, se perderá para siempre. Estamos, en mi opinión, viviendo en medio de la edad media digital. En consecuencia, igual que los monjes del pasado, le toca a bibliotecarios y archiveros hacerse cargo de la tradición de conservar la historia y el patrimonio documental de nuestros tiempo.

Terry Kuny

KUNY, Terry, The digital dark ages? Challenges in the preservation of electronic information. International Preservation News, 1998, no. 17, (en línea).
http://www.ifla.org/VI/4/news/17-98.htm#2

Tomado de Preservación y conservación de documentos digitales de José Manuel Barrueco

Enamorarse de las bibliotecas

Si quieres escribir, si quieres crear, debes ser el tonto más sublime que Dios haya creado y haya dejado ir a pasear. Debes escribir cada día de tu vida. Debes leer libros estúpidos y horribles y también libros gloriosos, y dejar que ellos luchen en hermosas batallas dentro de tu cabeza; vulgar un momento, brillante el siguiente. Debes merodear en las bibliotecas, escalar las estanterías como si fueran escaleras para oler los libros como si llevaran perfume y llevar sobre tu cabeza libros como sombreros.

Deseo para ti un combate de lucha libre con tu Musa Creativa que dure toda tu vida. Deseo locura y tontería y enajenación para ti. Espero que vivas con la histeria, y que fuera de ella puedas hacer grandes historias, de ciencia ficción o de cualquier otra cosa.

Lo que quiero decir; espero que estés enamorado cada día por los siguientes 20.000 días. Y fuera de este amor, recrea un mundo.

Ray Bradbury. Cita del libro Advice to Writers a Compendium of Quotes, Anecdotes and Writerly Wisdom from a Dazzling Array of Literary lights.

Amor en la biblioteca

EVA

Juan José Arreola

Él la perseguía a través de la biblioteca entre mesas, sillas y facistoles. Ella se escapaba hablando de los derechos de la mujer, infinitamente violados. Cinco mil años absurdos los separaban. Durante cinco mil años ella había sido inexorablemente vejada, postergada, reducida a la esclavitud. Él trataba de justificarse por medio de una rápida y fragmentaria alabanza personal, dicha con frases entrecortadas y trémulos ademanes.

En vano buscaba él los textos que podían dar apoyo a sus teorías. La biblioteca, especializada en literatura española de los siglos XVI y XVII, era un dilatado arsenal enemigo, que glosaba el concepto del honor y algunas atrocidades por el estilo.

El joven citaba infatigablemente a J. J. Bachofen, el sabio que todas las mujeres debían leer, porque les ha devuelto la grandeza de su papel en la prehistoria. Si sus libros hubieran estado a mano, él habría puesto a la muchacha ante el cuadro de aquella civilización oscura, regida por la mujer cuando la tierra tenía en todas partes una recóndita humedad de entraña y el hombre trataba de alzarse de ella en palafitos.

Pero a la muchacha todas estas cosas la dejaban fría. Aquel período matriarcal, por desgracia no histórico y apenas comprobable, parecía aumentar su resentimiento. Se escapaba siempre de anaquel en anaquel, subía a veces a las escalerillas y abrumaba al joven bajo una lluvia de denuestos. Afortunadamente, en la derrota, algo acudió en auxilio del joven. Se acordó de pronto de Heinz Wölpe. Su voz adquirió citando a este autor un nuevo y poderoso acento.

«En el principio sólo había un sexo, evidentemente femenino, que se reproducía automáticamente. Un ser mediocre comenzó a surgir en forma esporádica, llevando una vida precaria y estéril frente a la maternidad formidable. Sin embargo, poco a poco fue apropiándose ciertos órganos esenciales. Hubo un momento en que se hizo imprescindible. La mujer se dio cuenta, demasiado tarde, de que le faltaba ya la mitad de sus elementos y tuvo necesidad de buscarlos en el hombre, que fue hombre en virtud de esa separación progresista y de ese regreso accidental a su punto de origen.»

La tesis de Wölpe sedujo a la muchacha. Miró al joven con ternura. «El hombre es un hijo que se ha portado mal con su madre a través de toda la historia», dijo casi con lágrimas en los ojos.

Lo perdonó a él, perdonando a todos los hombres. Su mirada perdió resplandores, bajó los ojos como una madona. Su boca, endurecida antes por el desprecio, se hizo blanda y dulce como un fruto. Él sentía brotar de sus manos y de sus labios caricias mitológicas. Se acercó a Eva temblando y Eva no huyó.

Y allí en la biblioteca, en aquel escenario complicado y negativo, al pie de los volúmenes de conceptuosa literatura, se inició el episodio milenario, a semejanza de la vida en los palafitos.