Borges anticipó con su relato uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo la era de la información y la desinformación

“Esa fabulosa biblioteca contenía (dicho en palabras de hoy)
toda la información posible, porque cualquier posible conjunto
de palabras estaba en alguna de sus inagotables estanterías.
Libros buenos y malos, mediocres; falsos y auténticos, medio
falsos y medio verdaderos: todos”.


Borges “La Biblioteca de Babel”

La célebre Biblioteca de Babel de Borges es una metáfora poderosa sobre la infinitud de la información. En ella, cualquier combinación posible de palabras existe y, por tanto, también existen todos los libros concebibles: los verdaderos y los falsos, los geniales y los mediocres, los que tienen sentido y los que son puro desvarío. En ese universo total, los habitantes de la biblioteca están condenados a buscar sin descanso fragmentos de sentido entre estanterías interminables, donde cada texto valioso está sepultado por millones de textos absurdos. Tener acceso a toda la información posible no significa, por tanto, alcanzar el conocimiento; más bien implica enfrentarse a un caos abrumador del que es casi imposible extraer certezas.

La comparación con Internet hoy resulta inevitable. Nuestra red global funciona como una Babel contemporánea: una vastísima acumulación de textos, imágenes, vídeos y datos en la que conviven noticias reales con bulos, obras maestras con contenidos triviales, información rigurosa con opiniones infundadas. Al igual que en la biblioteca borgiana, en Internet también está todo, pero ese “todo” no garantiza encontrar lo que buscamos, ni mucho menos la verdad. El problema ya no es solo acceder a la información, sino saber discernir entre lo valioso y lo irrelevante, entre lo auténtico y lo falso, entre lo que aporta conocimiento y lo que solo genera ruido.

En el universo de Borges, los bibliotecarios desesperaban tratando de dar sentido a los interminables anaqueles. Hoy, nosotros cumplimos ese mismo papel cada vez que navegamos por Internet, aunque ahora contamos además con la ayuda —o quizás la trampa— de los algoritmos. Estas fórmulas invisibles filtran los contenidos y deciden qué parte de la biblioteca infinita nos muestran, moldeando nuestra percepción del mundo y condicionando nuestras búsquedas. Así, a la dificultad de encontrar sentido dentro del exceso, se suma el riesgo de quedar atrapados en burbujas de información que refuerzan nuestras propias ideas y nos alejan aún más de una posible verdad común.

En definitiva, Borges anticipó con su relato uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo: que el exceso de información puede ser tan paralizante como la falta de ella. Frente a esta Babel digital en la que vivimos, nuestra tarea es desarrollar pensamiento crítico, crear filtros responsables y, sobre todo, no perder la voluntad de seguir buscando sentido entre el caos.