Menos abultan los restos literarios de toda la Antigüedad clásica que el formidable aluvión de diarios, revistas y folletos que la imprenta de nuestro tiempo produce en una semana. Si la escasez de textos nos dificulta el conocimiento de ciertas épocas, su demasiada profusión puede tener parecido efecto. Cabe imaginar a los futuros historiadores debatiéndose en perpetuas dudas, complicados por infinitos textos contradictorios. Desde luego, siempre nos queda la esperanza del oportuno extravío de las obras superfluas. Pero las enormes tiradas que permiten las máquinas modernas hacen cada vez más difícil la extinción de un libro indeseable. Y por otra parte, nada nos garantiza que el destino no depare el olvido a los genios y el recuerdo a los pelafustanes.
Alejandro Dolina. “La Feria del Libro en Flores” en Crónicas del Ángel Gris (1988)