En la biblioteca todos esos tesoros estaban expuestos como cofres abiertos

«Los libros se convirtieron para mí en algo superior, trascendente, ajeno a la insignificancia de las cosas normales. Cada uno de ellos encerraba la promesa de un tesoro. Me detenía ante los escaparates de las librerías y me preguntaba cuál de esos volúmenes cumpliría su promesa. Pero para saberlo tenía que comprarlos todos, y eso escapaba a mis posibilidades. La biblioteca la había descubierto gracias a Antonia. En la biblioteca todos esos tesoros estaban expuestos como cofres abiertos. Podía pedir hasta tres libros a la vez pero sólo podía llevarme uno a casa, de modo que me sentaba allí a leer y decidía cuál de los tres sería el elegido. […] La emoción que sentía cuando aquellos volúmenes llegaban por fin a mis manos era indecible. ¿Estaría entre ellos el tesoro que andaba buscando?»

IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN – El tiempo de las  mujeres