“¿Qué hace que, mientras leo, me detenga, que me asombre determinada frase y no otra? ¿Y qué provoca en mí ese tropiezo? Desencadena todo el procedimiento de la cita, Pero ¿qué es lo que, previamente, ha provocado ese tropiezo? Muy anterior a la cita, más profunda y más oscura, es la invitación: un pequeño flechazo totalmente arbitrario, totalmente contingente e imaginario. […] La invitación tiene que ver con mi deseo y el objeto concreto que extraigo del texto con el fin de conservarlo como recuerdo de una pasión (la pasión de la invitación)…
La invitación es, para la lectura, una figura iniciática: sin ella tal vez sea posible la lectura, pero sin duda no hay placer; sin invitación sólo hay lectura del significado, pero no de la pasión.
[…] La cita trata de reproducir en la escritura una pasión por la lectura, volver a encontrar el repentino fulgor de la invitación, ya que es precisamente la lectura, invitadora y excitante, la que produce la cita. La cita repite, hace que se recuerde la lectura en la escritura: porque en realidad lectura y escritura no son más que una y la misma cosa, la práctica del texto, que es la práctica del papel. La cita es la forma original de todas las prácticas del papel, el recortar y pegar, y esto es un juego de niños”.
Antoine Compagnon.
La segunda mano o el trabajo de la cita.