El jazz de Julio Cortázar: En los 50 años de «Rayuela»

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El jazz de Julio Cortázar: En los 50 años de «Rayuela». Madrid: Fundación Juan March de Madrid, 2013

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Con motivo del ciclo El jazz de Julio Cortázar: En los 50 años de «Rayuela»en la Fundación Juan March de Madrid, la Biblioteca Española de Música y Teatro Contemporáneos ha elaborado esta guía recopilatoria sobre el jazz en la obra de Julio Cortázar. A partir de las obras del escritor, de sus entrevistas, de sus artículos o de su correspondencia, se han seleccionado múltiples fragmentos en los que el jazz, ya sea mediante la mención directa de su terminología, la relación o cita discográfica o la mención de músicos de jazz, aparece como el motivo principal. Las citas que a continuación se presentan se han organizado temáticamente para mostrar, de forma clara y ordenada, las abundantes e interesantes referencias que aparecen en su obra sobre, por ejemplo, Charlie Parker, el free jazz, su discografía preferida, ciertos músicos (como los citados en Rayuela), el recuerdo de su primer encuentro con el jazz, sus opiniones sobre la historiografía o la relación del jazz con su escritura.

Es posible, además, seguir a lo largo de esta selección un itinerario de escucha del propio Cortázar, sus hábitos, sus opiniones sobre los músicos o su apego a los discos.

«Cuando me planteé El perseguidor e imaginaba el personaje central, tenía tendencia a caer en aquello que decíamos de Thomas Mann en La montaña mágica o en Doktor  Faustus: crear personajes superintelectuales que especulaban muy inteligentemente sobre ciertos problemas metafísicos. Entonces decidí, por el contrario, construir un personaje asimilable al hombre de la calle, un hombre medio, pero que tuviera esa sed de absoluto. Imaginaba un pintor, un escritor, pero no acababan de convencerme. Y en ese momento acababa de descubrir al verdadero Charlie Parker, cuyos primeros discos de 78 revoluciones había escuchado en la Argentina. Entonces yo me hacía odiar por los aficionados al jazz tradicional porque me gustaba enormemente Charlie Parker. Cuando dejé la Argentina y vine a París, en 1951, sabía poco o nada sobre él. Un día, leyendo un número de la revista francesa Jazz Hot, supe de su muerte y de su biografía, me encontré con un hombre angustiado a todo lo largo de su vida, no solamente por los problemas materiales —como el de la droga—, sino por lo que yo, de alguna manera, había sentido en su música: un deseo de romper las barreras como si buscara otra cosa, pasar al «otro lado»; y me dije: «éste, él es mi personaje». No podía utilizar su nombre; no tenía derecho; hice simplemente una guiñada a los lectores, en la dedicatoria. Cambié su nombre, pero una buena parte de las anécdotas que dice Johnny Carter le ocurrieron verdaderamente a Charlie: la historia del Café de Flore cuando se arrodilla delante de la mesa; el hecho de que incendie el hotel donde vivía, aunque haya ocurrido en New York y no en París. Tomé, por lo tanto, los datos biográficos y los ubiqué en París porque la conocía mejor que a New York y conseguí poner a andar mi relato.»

Julio Cortázar

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