
Hartlaub, Peter. “76 years overdue: What happens when you return an S.F. library book from the 1940s?” San Francisco Chronicle, 30 de agosto de 2025 https://www.sfchronicle.com/totalsf/article/library-book-overdue-fine-21014643.php
En 2025, un coleccionista de fotografías de San Francisco, David Gallagher, descubrió un tesoro inesperado mientras ordenaba las pertenencias de su vecino recientemente fallecido. Entre cajas de recuerdos, álbumes antiguos y objetos acumulados durante toda una vida, apareció un ejemplar en excelente estado de California and the West, la célebre obra de 1940 creada por los fotógrafos Edward Weston y Charis Wilson Weston. El libro, una primera edición, llevaba décadas oculto, como si hubiera estado hibernando a la espera de reaparecer. Lo sorprendente llegó al inspeccionar la tarjeta de préstamo: el ejemplar había sido sacado de la biblioteca en 1949 y jamás devuelto. Setenta y seis años de retraso que lo convertían en un auténtico récord de “morosidad literaria”.
En otro tiempo, semejante demora habría sido sinónimo de una multa gigantesca. Basta hacer el cálculo: diez centavos por día, acumulados durante más de siete décadas, habrían generado una cantidad capaz de asustar a cualquiera. El total rondaría los casi tres mil dólares, una cifra que convertiría la devolución del libro en un gesto casi heroico. Sin embargo, la sorpresa fue otra: no había deuda alguna. No existía sanción pendiente. Desde 2019, la San Francisco Public Library había eliminado todas las multas por retrasos, adoptando un nuevo modelo de relación con sus usuarios, más amable, inclusivo y centrado en el acceso universal.
La decisión de suprimir las multas no nació del capricho, sino de una reflexión profunda sobre el papel social de las bibliotecas. Durante años, las sanciones económicas habían funcionado como una barrera silenciosa pero poderosa: castigaban más a quienes menos tenían, generaban vergüenza en quienes se retrasaban y hacían que miles de personas dejaran de volver a la biblioteca por miedo a enfrentarse a cargos que no podían asumir. La institución entendió que su misión no era penalizar, sino garantizar que la cultura y el conocimiento estuvieran al alcance de todos. Recuperar un libro prestado debía ser un acto normal, no una fuente de ansiedad.
Por eso, cuando el viejo ejemplar de California and the West cruzó de nuevo las puertas de la biblioteca, el gesto fue recibido no con reproches, sino con alegría. Para el personal, la devolución simbolizaba exactamente lo que buscaban con esta política: que incluso los usuarios que arrastraban retrasos imposibles se sintieran bienvenidos y libres de devolver aquello que, en el fondo, siempre perteneció a la comunidad. El hallazgo, además de anecdótico y pintoresco, sirvió como recordatorio de que una biblioteca que no castiga es una biblioteca que recupera historias, libros y también a sus lectores.