La biblioteca árida de Eduardo Halfon

Una madrugada, hace algunos años, me llamó mi madre para decirme que, durante la noche, había muerto una tía abuela; que el entierro sería esa misma tarde; que había dejado una biblioteca personal enorme y no sabían qué hacer con tanto libro.

Le ofrecí a mi madre ir a verlos de inmediato y luego darle mi opinión. Me vestí con el entusiasmo que solo conoce un bibliófilo.

Cuando llegué, me sorprendió descubrir que la casa de mi tía abuela estaba ya, a pocas horas de su muerte, completamente vacía. Solo quedaban unas cuantas plantas en macetas de barro; algunas manchas en las paredes donde, durante décadas, colgaron sus cuadros; las alfombras persas traídas desde Damasco, ya fétidas y con el desgaste de toda una vida; y, por supuesto, sus libros.

Mi tía abuela, que murió a los 99 años, había dejado una biblioteca sionista. Casi todos los libros eran sobre el Estado de Israel: su creación, sus logros y conflictos, sus guerras, sus gobiernos y líderes. Había obras de Theodor Herzl, Chaim Weizmann, Golda Meir y David Ben-Gurión. Estaba la poesía de Yehuda Halevi. Estaban las novelas de Leon Uris.

No sé por qué, sentado en una alfombra persa mientras ojeaba libro tras libro, me sentí triste. Pensé en toda una vida —casi un siglo— dedicada a la lectura de un solo tema, a la lectura de un ideal, a la lectura de un pueblo y su deseado pedacito de tierra árida en el Mediterráneo. Pensé en mi muerte. Pensé en alguien llegando a mi casa después de mi fallecimiento, husmeando entre las estanterías de caoba de mi biblioteca personal.

¿Cuál sería entonces, según ese alguien, mi tema o mi ideal, mi deseado y árido pedacito de tierra? ¿Será que hay allí, entre mis tantos libros, entre mis tantas lecturas y seducciones literarias —y acaso sin que yo siquiera lo sepa— el deseo secreto y profundo de algún pedacito de tierra?

“La biblioteca de un hombre”, decía Ralph Waldo Emerson, “es una especie de harén”.

En la biblioteca de mi tía abuela había un libro que no trataba del todo sobre sionismo… o tal vez sí. Un escueto volumen (116 páginas) del autor Ierajmiel Barylka, impreso rústicamente en 1987 por la editorial Maguen David A.C., en la Colonia Polanco de la Ciudad de México, dilatadamente titulado: Matrimonio mixto. Un enfoque básico acerca de un problema que atañe a la juventud, a los padres de familia y a la comunidad.

Y ya marchándome de la casa de mi tía abuela, con solo ese libro en las manos, recordé a mi padre tumbado boca arriba en su cama, viendo no sé qué programa en la televisión, y amenazando con desheredarme. Nunca subió la mirada. No elevó el tono de voz. Nada más me dijo, sin dejar de mirar la pantalla, que si yo llegaba a casarme fuera del judaísmo, si desafiaba ese mandato, él me desheredaría.

Yo me quedé callado. Estaba de pie junto a la cama. Tenía ya dieciséis años y no era la primera vez que escuchaba sus ideas sobre el matrimonio mixto y el judaísmo. Pero sí era la primera vez que él me amenazaba de forma tan directa, tan explícita. Y su amenaza, claro, era económica. Estaba comprando mi obediencia.

Y yo, ahí parado, aún mudo, supe inmediatamente que no obedecería. Y no obedecí.

Mi padre, hoy, cuando le menciono aquella escena, niega haberme amenazado. Para él, supongo, es más fácil borrar cualquier rastro de esa memoria que aceptar el hecho de que su hijo primogénito le desobedeció; que su poder, o su dinero, fue insuficiente.

Halfon, Eduardo. Biblioteca bizarra. Editado por Andrea Naranjo. Ecuador: USFO especificada], 2021. ISBN 978-9978-68-193-0

1 comentario en “La biblioteca árida de Eduardo Halfon

  1. Pingback: Reflexiones sobre la vida y la muerte a través de la biblioteca personal de una tía abuela - Hemeroteca KillBait

Los comentarios están cerrados.