El libro es sobre todo un recipiente donde reposa el tiempo

“El libro es sobre todo un recipiente donde reposa el tiempo. […] El secreto, el misterio casi, de ese compendio de memoria que son los libros, se alumbra al posar nuestros ojos sobre ellos. Aquí se conjugan las formas distantes, distintas, de temporalidad: la de quien escribió y la de quien lee. […] Pero el libro, el tiempo coagulado en sus páginas, la realidad de otras mentes, convertida en palabra, no es sólo receptáculo donde yace el pasado, sino camino que nos orienta hacia el futuro.

[…] En las páginas de los libros alienta la posibilidad de enriquecer el diálogo interior que los seres humanos llevan consigo mismos. […] Para que la lectura adquiera su plenitud, su auténtica misión de transmitir las experiencias de otro tiempo y otra memoria tiene, necesariamente, que completarse con la educación de la mirada que enriquece, desde la experiencia personal, las otras experiencias de quien escribió.

[…] Los libros son miradas hacia el propio lector. En la luz que ilumina los ojos –sin ella no podríamos leer–, se juntan el tiempo de la vida, la presencia de cada instante que modula os latidos del corazón, con ese otro latir imperceptible que la escritura de las palabras encierra. Porque ellas también son luz. El lenguaje es esencialmente luz. El existir de las palabras se explica porque están encendidas por sus significados”.

Emilio Lledó.
Los libros y la libertad.