El dinero y el poder que hay detrás de los rankings universitarios

Hazelkorn, Ellen. “We need to understand the money and power behind rankings.” University World News, 18 de junio de 2025. https://www.universityworldnews.com/post.php?story=20250618093537137

La autora invita a repensar el papel de los rankings desde una perspectiva crítica. Sugiere que conceptos como la privatización de datos públicos, la ética del manejo de información y los modelos de gobernanza en educación deben abordarse con mayor profundidad. También lanza una pregunta provocadora: ¿ha contribuido la falta de transparencia del propio sistema educativo a abrir la puerta a estos modelos comerciales que ahora dominan la narrativa sobre calidad y excelencia?

Los rankings universitarios son sistemas de clasificación que ordenan a las universidades en función de distintos criterios, como la investigación, la calidad docente, la reputación académica y otros indicadores específicos. Si bien pueden resultar útiles para establecer comparaciones entre instituciones y tener una referencia sobre su desempeño, es fundamental entender que se trata de una herramienta orientativa y no deberían considerarse como la única base para tomar decisiones informadas.

En el artículo se analiza el poder y la influencia detrás de los rankings universitarios globales. Parte de los conceptos de «monopolios del conocimiento» y «asimetría de la información», que explican cómo el control desigual de los datos genera desequilibrios de poder. Además, introduce la noción de «capitalismo de vigilancia», en la que la experiencia humana se convierte en materia prima para prácticas comerciales basadas en la extracción y análisis de datos, que se transforman en nuevas fuentes de poder.

Los rankings globales surgieron en 2003 con el Academic Ranking of World Universities (ARWU), también conocido como el ranking de Shanghái. Aunque la recopilación de datos educativos venía de antes (por ejemplo, por parte de la UNESCO o la OCDE), estos rankings introdujeron un marco comparativo internacional sencillo y atractivo. Fueron recibidos como herramientas de transparencia y elección informada, aunque contrastan con los enfoques tradicionales de evaluación académica, como la revisión por pares.

Asimismo, los rankings se han convertido en una fuente lucrativa: operan como plataformas de recopilación y almacenamiento de datos, que sirven de base para herramientas analíticas avanzadas y servicios de consultoría especializados. En este entramado es donde realmente se concentra el poder y los beneficios económicos. Tal como confesó en privado uno de sus responsables: “Como sabes, los rankings en sí no generan ingresos; es necesario encontrar financiación o vías de rentabilidad para mantener sus operaciones, y no es algo sencillo”. Esta lógica ha favorecido la integración, concentración y consolidación empresarial entre sistemas de rankings, editoriales académicas y compañías de análisis de macrodatos, dando lugar a un negocio amplio y estructurado en torno a la recopilación, gestión y explotación de inteligencia basada en el conocimiento.

En un entorno geopolítico altamente competitivo, la visibilidad y una buena posición en los rankings se han vuelto esenciales. Sin acceso a datos, los gobiernos y las instituciones carecen de las herramientas necesarias para dirigir, desarrollar y evaluar sus políticas y objetivos. Esta dependencia los convierte en blancos vulnerables: entregan grandes volúmenes de información para participar en la dinámica de los rankings y, posteriormente, recurren a servicios de consultoría para escalar posiciones. Este ciclo tiene consecuencias directas sobre la soberanía nacional y la autonomía de las instituciones.

Con el tiempo, los rankings han adquirido un carácter geopolítico: el estatus de “universidad de clase mundial” se convirtió en un objetivo codiciado. Las universidades pasaron a ser actores en una especie de «partida de ajedrez global», donde los rankings no solo miden, sino que también modelan el comportamiento institucional y nacional. Detrás de ellos hay grandes intereses económicos: los rankings más influyentes (ARWU, THE, QS, US News & World Report) forman parte de corporaciones con ánimo de lucro que comercializan análisis, consultorías y herramientas basadas en big data.

Hazelkorn advierte de un patrón preocupante: se crean rankings regionales (por ejemplo, para África o Asia Central), se organizan conferencias financiadas por gobiernos o universidades locales, y luego se ofrecen servicios de consultoría para mejorar la posición en esos mismos rankings. Esto genera dependencia y erosiona la autonomía institucional y nacional.