
Una casa con muchas ventanas, en un pueblo de un valle,
alberga una biblioteca de libros queridos ya muertos,
tarareando débilmente para sí misma una elegía,
El solitario y pequeño Megrim de los Muertos.
Su laberinto de estanterías, sus espacios abarrotados,
resuenan con el sonido de todas sus pérdidas,
Sus libros antiguos con caras amarillas y descoloridas
Están llenos del polvo de cursos interminables.
Pero aún así, algunos visitantes vienen a hojear,
acariciando los libros con reverente cuidado,
Como para extraer de sus silenciosos votos
Los espíritus de los muertos que una vez estuvieron allí.
Así que entremos con corazones humildes,
y hablemos en voz baja y con cuidado,
Porque aquí los muertos susurran sus antiguas artes,
Y la biblioteca está viva con sus gemidos silenciosos.
«To the Dead in the Library» de Richard Wilbur
Richard Wilbur, poeta estadounidense y ganador del Premio Pulitzer, dedicó este poema a aquellos que han dejado su legado en las páginas de los libros de la biblioteca.