
“Is the Decline of Reading Making Politics Dumber?” The Economist, 4 de septiembre de 2025. https://www.economist.com/culture/2025/09/04/is-the-decline-of-reading-making-politics-dumbe
La llegada de medios digitales, la disminución del hábito de leer, y la simplificación creciente del discurso público podrían estar socavando la calidad del pensamiento político y, por ende, la democracia misma. La tesis principal sostiene que leer menos —y de forma más superficial— degrada nuestra capacidad de entender ideas complejas, matizar puntos de vista y sostener argumentos sofisticados, lo cual tiene consecuencias en la manera como se hace política.
El artículo comienza citando experimentos y estudios que muestran que incluso estudiantes universitarios pueden tener dificultades para comprender fragmentos literarios clásicos con vocabulario rico, metáforas o estructura compleja. Estos hallazgos ilustran que la disminución en la exposición a textos desafiantes está estrechamente ligada a la reducción de la habilidad de lectura profunda, o deep reading, lo cual impacta directamente en la capacidad de analizar y evaluar argumentos más elaborados.
A continuación, el artículo conecta esta merma en las competencias lectoras con la degradación del discurso político. Se argumenta que políticos y medios —diseñados para captar la mayor atención posible en un entorno cada vez más fragmentado y mediático— tienden a favorecer mensajes breves, directos, emocionales y polarizantes. Estos mensajes, si bien eficaces para atraer atención, requieren poca reflexión, y a menudo evitan matices o complejidades que sí están presentes en los temas reales.
Además, se reflexiona sobre cómo esta tendencia puede tener efectos retroactivos: al leer menos y de manera más superficial, los ciudadanos están menos equipados para ejercer un pensamiento crítico, aceptar incertidumbre, o tolerar el debate genuino. Esto alimenta un círculo vicioso donde la política se vuelve cada vez más dominada por lo espectacular, lo emocional y lo simplista, en lugar de ideas bien fundadas, deliberación cuidadosa, y compromisos fundamentados.
Por último, el artículo no pretende condenar las nuevas formas de consumo cultural ni ignora los avances de la comunicación digital. Sin embargo, advierte que estas no deben sustituir por completo a las prácticas de lectura profunda, especialmente en contextos como la política, donde el debate público robusto es esencial. Se sugiere entonces que devolverle espacio a la lectura extensa y al análisis riguroso puede ser vital para sostener una política que no se limite a lo emocional sino que promueva deliberación madura e informado.








